UNA OLVIDADA CRÓNICA SOBRE CHINANDEGA Y SOBRE El autor de este blog.

Escrito por Francisco Duran (1985-2017)
Filósofo y poeta, chinandegano fallecido prematuramente . Tuve la suerte de conocerlo, en el 2012, y muy amablemente escribió esto sobre mí . 

13 de diciembre del 2013

Si convenimos en que Chinandega es una ciudad, bien podríamos darnos el lujo de recorrerla con ojos condescendientes y hacer notar sus, qué sé yo, manzanas perfectamente ordenadas, o sus calles sin semáforos, sus iglesias sin gloria y la pupusería en su parque central (donde pueden cobrarte el doble en la cuenta si te ven cara de extranjero, como me sucedió recientemente). Quizá podríamos dejarnos llevar por la letra del famoso “Corrido a Chinandega”, aunque nos llenemos de decepción al constatar que el que “como plateadas serpentinas” vadea la ciudad –el “río” Acome- no es más que un triste cauce que nace al norte del municipio (en un mágico lugar que descubrí en mi niñez), que corre debajo de los puentes El Guarumo, San José, Las Pelotas, Los Millonarios y llega a morir detrás del Cementerio, mezclando sus insalubres aguas con el polvo de los muertos. Pero, claro, las impresiones son de alguien que nació en esta ciudad.

Chinandega es la capital del Departamento homónimo, situado en el extremo oeste del territorio nicaragüense. Muchos de sus barrios, especialmente los de la periferia, llevan los nombres de combatientes de la época insurreccional y las direcciones se brindan con puntos de referencias y las consiguientes distancias en “cuadras”, en una ciudad casi perfectamente cuadriculada. Y es que lo cuadrado parece ser la nota distintiva de una ciudad tan insulsa.

Una vez llevé a unos amigos europeos a dar un paseo por la ciudad y lo único que se me ocurrió fue llevarlos a la azotea de uno de los pocos edificios de dos pisos para que observaran las faldas azules de los tres volcanes que dominan el paisaje, y luego subirlos a dar una vuelta en el “bus pelón”. Forzadamente había que pasar por el “Parque de las rosas”, donde, desde los años 90s, está sepultada la madre de Rubén Darío, pero no me animé a mencionar el nombre del parque por temor a que me preguntaran por las flores en cuestión.

Y es que, desgraciadamente, la gran tradición literaria de nuestro municipio se reduce a que las madres de los dos grandes poetas de Nicaragua fueron originarias de esta tierra. Me refiero, claro está, a la aludida, Rosa Sarmiento (madre de Rubén Darío) y a Berta Novoa de Rivas, madre de Carlos Martínez Rivas. Por supuesto, sería injusto de mi parte olvidar al poeta conservador Luis Alberto Cabrales, pero aunque contemos en nuestra honra pueblerina con el gran honor de haber sido la patria de estos personajes, lo cierto es que, en Chinandega la única biblioteca pública es una biblioteca para niños y, cuando se pregunta por una librería, lo llevan a uno a una tienda de útiles escolares.

-Bueno, Francisco –me dirán-, ya basta de ser matamama. Vos mismo te la tirás de poeta, e incluso tenés textos escritos en las calles de tu ciudad…

Claro –respondo-, pero no me inicié en la poesía en esas calles, sino hasta que salí de mi ciudad natal a morar en otros lares. Y sí, tengo un poema escrito en las calles de Chinandega –mea culpa-, pero se titula, precisamente, ¿Qué celebraremos en este basurero?… Y eso es porque en Chinandega no solo no hay tradición poético-literaria, sino que hay gusto desviado hacia la pseudo-poesía panfletaria de chinamo. Hay un personaje que escribe balaaaadas cursis o plagia poemas de Neruda y los vende en el parque por 20 pesos. Hay otro que se autofinancia sus ediciones en una editorial jurídica y exhibe sus demenciales rimas forzadas mientras no hace otra cosa que imitar poesía, malamente. Pero la culpa no es de ellos, no… sino de esos que les siguen el jueguito y les compran sus papeles decorados con corazoncitos rojos. Y de las celebraciones anuales en honor a Rubén Darío con la consabida y ridícula elección de la “musa dariana” es mejor no hablar…

Es por eso que me llenó de gran sorpresa el haberme encontrado con un personaje, un escritor, un joven oriundo de esta ciudad, que no solo lee, sino que escribe poesía y cuentos (lo cual, como ya hemos visto, es gran decir). Yo no soy tan tonto como para colocar a la par de estos textos el calificativo de “buenos” o “malos”; simplemente son piezas literarias, y eso es bastante. Quizá la única recomendación sensata que tenga que decir a su favor es que deberían imprimirse, pues la versión digital de tales textos superó la sensación de vanidad que suele provocar en mí la lectura de textos literarios -incluso de gran calidad- y sería una pena que se dispersen los cuentos y poemas de un joven tan modesto y sin-pájaros-en-la-cabeza como Russell. Porque Russell bien podría ser soldado, médico o stripper, pero nunca un Garcín.


De manera que sí: de Chinandega puede salir algo bueno, pero como le sucede a todo buen mesías que se precie, tienen que salir estos textos a predicar, convertir agua en vino, resucitar muertos y morir bajo el poder de Poncio Pilatos. Y es que, mi querido Russell, por más que muchos hombres hayan querido demostrar lo contrario, no hay profeta aclamado en su propia tierra, y menos en Chinandega.

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